SOBRE NOSOTROS
Darío Leguizamón es un empresario local que reflotó y volvió un clásico a la confitería Bon Palais. Su incursión en el rubro confitería le permitió además tener una fábrica de galletitas e iniciar un emprendimiento gastronómico. Con casi dos décadas de trayectoria, repasamos el camino recorrido.
Hace casi dos décadas un vecino arribado años antes a nuestra ciudad comenzaba con el sueño del camino propio, de la aventura de su iniciativa personal, de dar rienda a su empresa. En ese entonces Darío Leguizamón, quien entre mediados de la década del ’80 y mediados de la década del ’90 trabajara en el mismo rubro, ponía en marcha Bon Palais, una célebre confitería de nuestra ciudad, la que le permitió con el correr del tiempo incursionar en otro tipo de sueños. Era 1986 cuando la familia Pagés, propietaria de la histórica confitería Lago Hermoso, convocara a Darío para trabajar junto a ellos, para luego hacer lo propio con otro destacado local como fue el caso de De-Di. Hasta que en 1995 adquiere la llave de Bon Palais. “Para mí no hubo un gran cambio de pasar de trabajar en relación de dependencia a ser el dueño de la confitería, porque tanto De-Di como ‘Lago Hermoso’ fueron mis casas, yo con la familia Pagés me crié y les debo mucho a ellos y aprendí todo lo que es la actividad comercial y buena parte de la vida también”, señala Darío en relación a lo que fueran sus primeros pasos como ‘empresario’, agregando que “para mi el cambio fue la responsabilidad económica, porque en cuanto al trabajo no, más allá de que antes era un empleado me trataron como si fuera mi casa”. Bon Palais nació en tiempos complicados y, como no podía ser de otro modo en nuestro país, atravesó tiempos complicados, subsistiendo y logrando hoy erigirse como una esquina clásica de la ciudad: “siempre digo que nosotros arrancamos con la crisis del Real en el ’95 que fue un cimbronazo, y siempre estuvimos en este país situaciones raras, hemos transcurridos todos los inconvenientes del país y los hemos sobrepasados pero con un manejo serio, más allá de que hemos tenido muchos emprendimientos como el de la fábrica de galletitas que fue un dolor bastante grande”, destacó Darío en diálogo con Punto de Vista. En su sueño empresarial, hubo un paso por la actividad industrial que tuvo sus altibajos, pero que fue sin duda una gran experiencia para él, tal es el caso de la fábrica de galletitas Bon Palais entre el año ’99 y el año 2001. El propio Darío recuerda que “de esa empresa a mi me encantó la incursión en eso, me encantaría poder volver a hacer una actividad industrial, pero ese fue un mal momento del país”. Además, remarcó la importancia que alcanzó a tener el emprendimiento, al expresar que “mucha gente no sabe lo que fueron las galletitas de Bon Palais, pero nosotros llegamos a tener seis mil puntos de venta en todo el país, y hasta una exportación a Chile”. Además, el proyecto le permitió lograr posicionarse en el ámbito de la competencia con importantes logros: “esto llegó a tener nivel provincial, porque en ese momento Tía Maruca manejaba lo que era el mercado de venta por impulso de galletitas y tenía en la época del 1 a 1 cada paquete a $1 de valor, y nosotros lo teníamos a $0,50, así había una competencia que le había salido y nosotros teníamos que posicionarnos”, comentó Leguizamón. Al margen de la rica y valiosa experiencia obtenida de su ingreso al mundo industrial, las fichas siguieron apostándose a Bon Palais en su versión confitería, hoy convertida en una especie de ‘gallina de huevos de oro’. “Cuando hubo que elegir era fácil, porque lo diario y cortito lo manejas de otra forma y la confitería siempre me dio esas certezas” explicó Darío, agregando que a través de los años la esquina de Caseros y Libres del Sur se ha vuelto un clásico debido a que “la gente ha reconocido lo que son los productos, la variedad, la atención y el servicio que brindamos; desde hace ya tres años nosotros abrimos desde las 7hs hasta las 22hs en horario corrido, fuimos pioneros en ese sentido”. Sin embargo, la seguridad no lo achata ni lo estanca. Por el contrario, lo anima a seguir intentando, a poner en marcha nuevas ideas, a dar rienda a otros desafíos: “siempre hay proyectos, aunque en este momento es tiempo de estar con cierta cautela, esperar ver qué pasa y seguir afianzando la esquina y esperar”, asegura. Una historia para destacar. Pero además, un ejemplo para tener en cuenta, que invita a ilusionarse a aquellos que hoy tengan el anhelo de su propia empresa, claro, recorriendo su propio camino.